Recuerdo perfectamente cuando me dijiste que para el programa querías que hiciera una columna semanal. Ya veré lo que puedo hacer-contesté-. Y tú me dijiste que podía hablar de lo que quisiera, pero que te apetecía que hablara más del deporte como una actitud ante la vida que de la vida del deporte. Vamos que me permitías decir lo que quisiera, cuando quisiera y como quisiera. Tenía potestad para hablar de todo y de todos con cualquier comparación o reflexión. Por supuesto de fútbol y más en concreto del Zaragoza pero si lo deseaba me dejabas divagar.
Pues hoy 23 de febrero Jose Antonio voy a tomarme parte de esa diligencia. Porque hoy soy incapaz de hablar del partido que ha jugado el equipo este fin de semana. Me niego porque no hay nada de lo que hablar. Se resume en que fue el peor partido de la temporada. Pero principalmente porque me niego a quitarle a alguien la fe. Me niego a ser un cacique por mucho que tenga un micrófono delante. Me niego a minarle aunque sea mínimamente la ilusión a un aficionado que ve todas las semanas al equipo y que aun con todo piensa que vamos a subir. No soy nadie para eso. Tengo bien claro que el Zaragoza se encuentra en una situación en la que o todos hacemos fuerza o se acabó. Hoy no pienso alimentar esa capacidad innata que tenemos los aragoneses de autodestrucción. Vamos a ir para adelante. Y hay que creérselo.
Nadie creía en junio en la selección española y ganamos. Nadie creía en la final de Montjuic y ganamos. Nadie creía que el español le fuera a ganar al Barça el sábado y le ganó. Hay que creer, porque el otro día me dijo un amigo que volvió a Zaragoza después de un tiempo que la distancia es más psicológica que real, solo es un partido, solo es Murcia. También me dijo que si la afición era la primera que empezaba a no creer en el equipo era mejor que echáramos la persiana.
Por eso Jose Antonio, hoy no pienso decir nada, no pienso reflexionar sobre nada. Hoy quiero que todos, tú, yo y usted que nos está escuchando hagamos la valoración. Para quedarnos sentados y decir que el mundo está muy mal siempre hay tiempo, para lo que no hay es para moverse y salir ahí fuera a partirse la cara. Lo complicado y también lo que nos hace distintos es el levantarse después de caer. Es creerte que vas a sacarlo adelante cuando todo a tu alrededor te dice que es imposible. Lo verdaderamente grande es que David derrote a Goliat. Y David en este caso se llama esperanza y Goliat se apellida derrota. Porque, Jose Antonio, una vez me dijeron que cuando alguien desea algo con todas sus fuerzas el universo entero conspira para que se realice. Y desde entonces cuando veo partidos como los de Elche, cierro los ojos, suspiro, aprieto los puños y vuelvo a decirme: Amigo querer siempre es poder.
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