Ha sido un fin de semana de esos que justifican el precio que pagaste por ese sillón que te compraste con masaje, asiento reclinable, reposa cervezas y hasta bolsa para guardar el mando a distancia. Ese por el que la bronca que te echó la parienta está en los manuales de cualquier entrenador de fútbol. Y es que a pesar de no haber jornada de liga en primera este finde, sí que ha habido fútbol…y del bueno.
La selección española le ganó a Turquía 1-0 en el partido más flojo del equipo de Vicente del Bosque en los últimos tiempos. De ahí el valor, jugando peor, ganan también. De todas maneras, ver jugar a España en los malos partidos es como ver a Picasso con el borrador de un cuadro o a Mozart modificando una partitura. Son genios en constante cambio y al final sabes que acaban llegando a la excelencia.
Pero dos horas antes, nos habíamos llevado la alegría de la tarde por no decir de la temporada. No fue que Telecinco decidiera suprimir Supervivientes, o que hubieran descubierto la vacuna contra el Sida, o que los gobiernos del mundo vayan a acabar con el hambre. Es de menor entidad, pero nos dio tanta alegría que la sonrisa con la que acabamos el día era más curiosa que ver a Ana Obregón escribiendo el guión de… bueno, escribiendo en general. Pero hubo un hecho curioso y es que ayer en Zaragoza a la gente no le pareció peor el partido de España: primero porque si la compara con su equipo la cara se les pone del mismo color que la camiseta del combinado nacional y segundo porque daba igual. Daba igual después de ver al Zaragoza pintándole la cara al líder de la categoría, pegarle un meneo de 90 minutos de entrega, coraje, garra, y fútbol, ganar en Chapín y encima hacerlo con diez.
Lo del Zaragoza el sábado fue como ver a tu hijo sacarse el Cou. Esa sensación que debe tener todo padre de decir, “ya está”. Al partido del sábado se le han puesto un montón de calificativos y no es para menos, a un servidor solo le ocurre uno: el día de la fe. Porque fue el día en que el equipo creyó cuando muy pocos creían, fue el día de encontrarse a si mismo y decirle a todo el mundo que se podían subir al carro que ellos tiraban y cuyo billete rezaba : “rumbo a primera”, fue el día de la caída del caballo al estilo de Saulo para acabar todo el mundo convertido, fue el bautismo porque con él comienza una nueva era. El partido del Xerez ha sido la Pascua de Resurrección para la Fe Zaragocista. Así que claro, redimidos de pecados futbolísticos ahora solo cabe creer que vamos a alcanzar el cielo…
Hasta la semana que viene
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