LEO:
"La cabaña con techo de uralita está en mitad del parque, junto a unos columpios y un tramo del anillo ciclista de Madrid. Cualquier paseante no avisado creerá que es una caseta para guardar herramientas de jardinería, pero en realidad es la parroquia Madre del Buen Pastor, en cuyo interior, en las misas de los domingos y fiestas de guardar, se meten 150 feligreses como sardinas en lata. A causa de su pequeña capacidad esos días se celebran hasta seis eucaristías. Está situada en San Fermín, al sur de la capital. Un barrio de aluvión donde llegaron hace décadas inmigrantes españoles (sobre todo extremeños y andaluces) que formaron la colonia; después, extranjeros con papeles, y hoy, indocumentados que se hacinan en pisos patera, en especial suramericanos y gitanos que llegan expulsados de otros países. La Caja Mágica y el tramo 1 del Parque Lineal del Manzanares han contribuido a poner a San Fermín en el mapa, pero no lo han rescatado de su depresión. «En los últimos años se ha incrementado el paro, el fracaso escolar y la delincuencia juvenil. La situación es angustiosa», reconoce Carlos Mario Toro, el párroco.
El padre Carlos inicia su ruta vespertina departiendo con estas señoras. «Algunas están viudas y solas; sus hijos se marcharon del barrio hace tiempo. Aquí se entretienen haciendo algo útil para ellas y para los más desfavorecidos, porque parte de los cuadros y las cestas que elaboran los ponen a la venta en un rastrillo». A las seis de la tarde dejan libre el saloncito y llegan Menchu y Yolanda, voluntarias de Cáritas, para ocuparse de personas que recurren al auxilio como último salvavidas. Unos veinticinco por semana. «Los miércoles se pide la documentación (certificado de empadronamiento, DNI, libro de familia...) para evitar la picaresca, ya que hay parejas que acuden por separado para obtener doble ración», comentan. «Les damos un vale que pueden canjear al día siguiente por un paquete de comida. También, en ocasiones, proporcionamos ropa, libros, gafas... o contribuimos al pago de los recibos del agua o la luz. La mayoría son inmigrantes, pero también hay españoles que no pueden ocultar su vergüenza. En ocasiones se echan a llorar y los citamos en otro momento y lugar. Nos cuentan auténticos dramas». Menchu tuvo que alojar en su casa a tres niños durante unos días; el padre pegaba a la madre, que terminó denunciándolo. No se trata solo de entregar bienes materiales, sino de charlar. De preocuparse. El párroco y los voluntarios se cruzan todos los días con rostros familiares. Saben si su suerte ha cambiado... a mejor o a peor: basta con observar los grupitos de jóvenes dándole a la litrona a cualquier hora del día para concluir que ésa es su ocupación.
«Las necesidades son tan perentorias que hay que buscar recursos extra», confiesa el padre Carlos. «Hemos puesto en marcha un proyecto de alimentos solidarios con los vecinos: algunos humildes, otros pudientes. Colaboran pequeños empresarios a los que liamos para que, a su vez, involucren a otros y echen una mano en lo que puedan». El periplo continúa en unos locales cercanos a la iglesia donde 130 niños reciben catequesis. Los niños se alborotan con la llegada del cura, que conoce a todos por su nombre; cuando se enteran de que está protagonizando un reportaje, un par de niñas exclaman: «Nosotras también queremos salir en televisión», y se ponen a posar como estrellas de cine. El catequista intenta poner orden. También en esas dependencias se almacenan los comestibles (paquetes de arroz, pasta, conservas, leche...) para los pobres. No pueden ser productos perecederos."
Frente a los escándalos de pederastia que aterrorizan a todo el mundo hay gente que todavia ayuda a los demás de manera desinteresada.
Para alguien como un servidor que ve como a su alrededor la gente creyente es más féliz, esto también me pone contento. La fe y yo no hemos sido grandes compañeros de viaje nunca. Esto sin embargo me hace feliz. Cuando veo tanto colegio cardenalicio, tanto boato, tanta "santidad" y tanta ceremonia con incienso pienso que Dios estará mucho más contento, seguro, acompañando al padre Carlos que en las homilías de Rouco Varela.
No reble Don Carlos...
Un diario tiene muchas hojas, millones de palabras , un montón de historias, sentimientos de todo tipo pero sobre todo miles de agradecimientos.
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