
La veía el otro día en una noticia. Creo recordar que fue a Viktor Frankl a quien le leí en "El hombre en busca del sentido", que el ser humano era el mismo en Auschwitz exterminando a millones y millones de semejantes en cámaras de gas que aquellos que haciendo fila aguardaban entrar a esas mismas cámaras de la muerte, que luego los convertirían en cenizas, mientras cantaban solemnemente un salmo judío. Que esa era nuestra grandeza. Ser capaces de ante el mayor horror jamás conocido, sacar dignidad, nuestro Yo de ser humano más profundo y convertirlo en excelencia. Y es que somos capaces de lo peor pero también de lo mejor.
La veo y me entran escalofríos. ¿Qué pensaría este hombre con una pistola en la cabeza a punto de morir?, ¿a dónde o a quién mira despidiéndose para siempre?, ¿la Angustia de ese momento, de la cercanía del Fin como persona, dónde llegaría?, o quizás ¿estaba en paz consigo mismo y murió en calma?, ¿qué le pasaría por la cabeza al soldado nazi?. No se atisba ni un solo resquicio de miedo, ni de inquietud, ni de rencor con su asesino, ni siquiera de desconsuelo por acabar su existencia de esta manera. Enterrado en una fosa de Dios sabe dónde junto con centenares de personas y muriendo...así.
Aquel relato de Viktor Frankl me impactó tanto que después de muchos años tan solo ésta foto ha conseguido estremecerme de aquel modo.
Viéndola por última vez, acabo dándome cuenta de que este hombre ya le había encontrado el sentido a su vida antes de encontrarse postrado de rodillas, de ahí su paz. Y que ni siquiera ese tiro en la cabeza fue capaz de quitarle ni un rescoldo de su grandeza, dignidad y trascendencia como ser humano.
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