Había pocas cosas en el mundo que todavía resistieran la acción de la publicidad. Y probablemente, si nos paramos a pensar, ya nada queda al margen del libre comercio. Todo es susceptible de ser patrocinado, hasta las abadías van apareciendo cada vez con más frecuencia en las guías de turismo de cualquier gasolinera que se haya montado un negocio de paradores. Pobres monjes. Huelga decir que se ven obligados, claro. La pela es la pela, aquí, en Cataluña y por lo que se vio con las acciones sub prime, también en Sebastopol.
La última adquisición del negocio este que parió Adam Smith es el Metro de Madrid. Algo tan puro como un bien público, puro porque habitualmente nace de los impuestos de todos nosotros, ha sucumbido a que una compañía de teléfonos coja precisamente uno de ellos, hable con la alcaldesa, Doña Ana Botella, y se decida imprimir temporalmente el nombre de Samsung en una de las bocas con más pedigrí de la capital del Reino: la boca de Metro de Sol. La boca del kilómetro 0, la boca del 15M, la boca del Madrid castizo, lleva desde ahora a la compañía sueca como nombre. Sol pasa a ser apellido. Se pretende decorar con motivos celulares todo la bocana. Ya puestos. Vamos, lo que viene siendo hacer un collage hortera de esos que gustan tanto en América, cuna precisamente de esto que llamamos marketing.
Si los Austrias levantaran la cabeza. Desde Carlos I hasta Carlos II, pasando por los tres Felipes. Su imperio, donde decían que no se ponía el sol, ahora, siendo financiado por Samsung. Acabaramos. Pardiez. ¿Se imagina alguien que en los libros nos colocaran eso de el imperio donde no se ponía el sol Samsung?
Es un misil a la línea de flotación de todos los madrileños. Una arritmia en la aorta de uno de los corazones de la ciudad, La Puerta del Sol, y su sempiterna boca de Metro. Esa donde, el ladrón y el empresario, el cura y el ateo, el estudiante y el autónomo, el parado, el artista, el revolucionario, el que se va de bares o simplemente el turista que por primera vez viene a Madrid, transitan haciendo suya la boca con la que comienzan y terminan el día. Ese es el principio y el final de sus vidas, porque ese es precisamente el principio y el final del día, de una jornada que comienza a las 9 y acaba a media tarde, deslomados por esos 1000 pavos que mal llegan a casa.
El drama definitivo llegará los 31 de Diciembre de cada año. Las uvas de toda esa gente que acude a la Puerta del Sol, que acude a despedir el año, patrocinadas por Samsung. Porque patrocinar la boca de metro de Sol es como patrocinar la plaza entera. Los enamorados que pretendan despedir el año y recibir el nuevo con la persona que aman tendrán una razón más para quedarse en sus casas y ver a Ramón García y su capa por la tele, cuando se besen y abran sus ojos, en ellos, no se reflejará el sabor genuino de Madrid, aparecerá una marca de teléfonos que al año siguiente será de electrodomésticos y dentro de dos, de congelados. Importante como recordatorio de la lista de la compra si paseas por un supermercado, pero poco elegante si quieres ponerle un punto romántico a tu vida. Llámenme pureta.
Shakespeare, que nunca visitó Madrid, se descompondría. Si hubiera aparecido por España, Felipe II podría haberlo llevado no solo al Escorial, también al “viejo Madrid”, al de San Jerónimo, la Puerta de Alcalá y cómo no la Puerta del Sol. Si el mejor literato de la historia, junto con Cervantes, hubiera venido en estos tiempos, es probable que el billete que le pagasen fuera de Ryanair, se cayese en una zanja de esas que preparan Juegos Olímpicos y lo llevaran a pasear por la Ciudad Deportiva de Valdebebas: a ver a Cristiano Ronaldo, “por Dios, no puede irse usted Sir William, sin ver a ese portugués. Qué bueno, y qué moreno, es.”
Si preguntase y apareciese por la Puerta del Sol para recordar visitas anteriores, y pretendiera coger el metro se encontraría con la sorpresa. Que está patrocinada. “¿Patroqué?”. Imagino que el genio inglés aparcaría a Romeo y Julieta por un momento para adoptar un papel Hamletiano. Se haría el loco, una locura más cuerda que todos. Y eso sí, se daría a la botella. No por borracho, sino por hacer honor a la alcaldesa de Madrid, claro.
La botella eso sí, patrocinada con alguna marca, que como diría el whisky aquel, es gente sin complejos.
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Un diario tiene muchas hojas, millones de palabras , un montón de historias, sentimientos de todo tipo pero sobre todo miles de agradecimientos.
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