Ayer vi las lágrimas de los aficionados del Betis e irremediablemente las imágenes del año pasado del Zaragoza se me aparecieron en la cabeza como una película de cine. ¿Qué tiene que hacer un equipo para descender? Pues desde luego un montón de cosas mal y muy pocas bien. Pero si haces la radiografía de blanquillos y verdiblancos te salen denominadores comunes claros: una directiva que vende humo y juega con las ilusiones de muchos aficionados, la indefinición de un proyecto deportivo, cambios de banquillo por doquier, grandes futbolistas, mucho nombre, un vestuario roto, grandes fichas y la misma tensión para salir del pozo que la incredulidad de haber caído en él…todo esto que se resume en la inexistencia de una única palabra que no se puede comprar con dinero: equipo.
El Zaragoza por el contrario está más cerca de la primera división. Créaselo. Ayer el Hércules empataba contra el Celta y Zaragoza comenzaba a mirar a primera con la misma ilusión de un niño cuando se acercan las vacaciones. 5 puntos de distancia con el equipo alicantino. 5 puntos de sutura para una hemorragia que ha durado un año entero. Después de mucho tiempo he descubierto que la distancia entre el cielo y el infierno es exactamente esa: 5 puntos.
Y 5 veces 5 puntos son los que hubiera necesitado ayer Nadal para ganar. Porque ayer Don Rafael Nadal perdió. Sí ayer Nadal caía en Rolan Garros. El verdugo fue un tal Soderling, que tiene nombre de marca de frigoríficos sueca. Pero quitando el hecho en sí de la derrota, me alegro. Me alegro porque a partir de ahora usted y yo empezaremos a valorarle. Sí, como lo oye. Estoy seguro que cada vez que escuchaba que había ganado el mallorquín, alguna vez dijo, “como siempre”… y a partir de hoy ya no podrá volver a decir ese como siempre. Y me alegro porque lo que ha hecho es tan complicado como que el tal Soderling le gane en los próximos 100 partidos.
Por eso cuando el Zaragoza ascienda no me diga un “como siempre” porque será el comienzo de volver otra vez al infierno.
Hasta la semana que viene
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