Un diario tiene muchas hojas, millones de palabras , un montón de historias, sentimientos de todo tipo pero sobre todo miles de agradecimientos.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Ceferina Cuesta

Los héroes no existen: mutantes, alienígenas o humanos con poderes sobrenaturales, los calzoncillos por fuera, que vuelan o simplemente se hacen invisibles. Ni existen ni si lo hicieran servirían para nada.

O eso pensaba un servidor hasta que se entera de algunas cosas. Cuenta la noticia que el otro día, un loco entró en una iglesia de Madrid y se puso a dispararle a todo dios (nunca mejor dicho), matando a dos personas, luego el hijo de la gran bretaña se pegó un tiro y se mandó al otro barrio. Quiso el destino o la casualidad que una de aquellas balas alcanzara a una mujer embarazada.

Pasados los hechos relatados, además de los gritos de pánico, comienza a oírse el ruido de las ambulancias de fondo. Allí van los del SAMUR, camino de aquella escena más propia de una película de Tarantino que de una sociedad madura. Y aquí entra en acción Ceferina, nuestra heroína, que un día quiso estudiar medicina y bendito el día que lo decidió.

Ni corta ni perezosa comenzó a hacerse cargo de la situación como solo la gente que los tiene bien puestos sabe hacer, sin darse cuenta. Viendo el percal decidió ponerse con aquella madre que gestaba a su hijo. Comienza la reanimación y nada, lo vuelve a intentar, nada. Muerta. Y en un acto tan racional, como instintivo y valiente, sabiendo que vas a dejar a la madre morir, decide pasar a socorrer al feto. Estaba de 40 semanas. Pidió bisturí, la rajó de arriba a abajo y sacó a un niño que no daba ni la menor señal de vida.

Comenzó a reanimarlo,como a la madre, como si le fuera la vida (la suya, la de Ceferina) en ello. Y por arte de magia, la misma que no quiso que la madre salvara el pellejo, la máquina volvió a hacer bip, bip, bip... ese chaval había vuelto a nacer, había vuelto a la vida. Nació después de haber muerto. No había vivido ni un segundo y ya sabía lo que era morir.

La madre que le trajo al mundo se llama Ceferina y trabaja en el SAMUR, aunque la que dio la vida por él, lo tendrá que ver crecer desde donde quiera que esté. Dos mamás, y las dos heroínas.

No hace falta llevar capa, ni volar, ni lanzar telarañas. La gente normal hace cosas extraordinarias todos los días, milagros los llaman. Tan solo hace falta fijarse.



Ángeles custodios los llamaban cuando en clase de religión nos enseñaban la fe. Ceferina Cuesta se llama uno de ellos.

www.twitter.com/FranEcheve

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